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Versículo al azar

El Mensaje Reencontrado

Libro XXVIII

NI REVÉTUEEL BARRO

27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.

27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
16 julio 2014

o Caos celeste de los Magos y Primera Materia de todas las cosas

Eugenio Filaleteo

continuación de la 2ª parte

(Extractos con notas comparativas de El Mensaje Reencontrado)

Este “pratum” o prado de ideas, es un lugar conocido por los Filósofos, Flamel lo denomina jardín y montaña de los siete metales; referiros sobre este tema a su “Sumario” donde lo describe de forma muy sabia, pues aprendió de un judío. Es una cierta región secreta universal. Algunos la llaman “Regio Lucis” o “región de luz” pero para el Cabalista es la “Nox corporis”,  término muy adecuado y significativo.

La naturaleza está profundamente sepultada en la tierra y altamente situada en el cielo, pero existe un lugar particular donde es más oculta y más evidente que en parte alguna.
VIII: 47'

En pocas palabras es el punto de encuentro de todos los espíritus, puesto que es en este lugar donde se incorporaron las Ideas que descendían del mundo brillante hacia el mundo oscuro. Para entender mejor esto, debes saber que los espíritus, cuando se mueven en el cielo, que es el mundo del fuego, no conllevan ninguna impureza, tal como lo constata Stellatus: “Todo lo que está por encima de la luna es eterno y bueno, y no hay ninguna corrupción en las cosas celestes”. 

Por el contrario, cuando los espíritus descienden en la matriz elemental y residen en su reino, están manchados por una lepra original de la materia, pues allí, la maldición delira y gobierna, mientras que en los Cielos, no predomina. Para terminar con el tema, escuchamos al admirable Agrippa. He aquí aquél cuyos labios no exhalaban más que la verdad y que no conocieron otro oráculo:

“Las potencias celestes o esencias espirituales, mientras permanecen en ellas mismas o antes de estar unidas a la materia, mientras el Padre de las luces las esparce a través de las santas inteligencias y los Cielos, hasta que alcanzan la luna, tienen una buena influencia, como si fueran de primer grado”. 

Pero cuando esta influencia la recibe un sujeto corrupto, ésta se corrompe a su vez. Pero tanto los astrónomos como los Filósofos naturales pretenden tener una extraña familiaridad con las estrellas; verdaderamente, un ignorante podría pensar que ha ido al cielo y conversado con Júpiter, como el Menipo de Luciano.

La gracia del Señor es lo que nos libera de la muerte y nos lava de todas nuestras manchas.
VI: 51'

En el Sínodo Pitagórico de setenta Filósofos, todos ellos maestros del arte, está escrito lo siguiente: “Lo grueso o esperma del Fuego cae en el aire. Lo grueso o parte espermática del aire (que contiene el esperma del Fuego) cae en el agua. Lo grueso o sustancia espermática del agua, que contiene los dos espermas del Fuego y del aire, cae en la Tierra donde permanece y donde se realiza la conjunción. Así pues, la Tierra ella misma es más espesa que los otros elementos; esto aparece abiertamente y se manifiesta a la vista”. 

La tierra produce el agua y se nutre del agua.
El agua engendra el aire y se vivifica del aire.
El aire se convierte en fuego y se alimenta del fuego.
El fuego se torna tierra y sale de la tierra.
II: 78'

Acuérdate ahora de lo que te he dicho anteriormente sobre la tierra, cuan general es este hospital, como recibe todas las cosas, no sólo los animales y vegetales sino también al hombre con todo su orgullo y toda su gloria. Cuando la muerte lo asola, su carrera se detiene allí y ya no conocerá ninguna otra morada. Esta Tierra de la tierra, es precisamente la doctrina de los Magos. Los metales ―dicen― y todas las otras cosas pueden ser reducidos a la sustancia de que han sido hechos. Dicen la pura verdad; es el principio mismo de Dios y lo enseñó en primer lugar a Adán: “No eres más que polvo y en polvo te convertirás”.

Los Sabios dicen a los insensatos: Vosotros destruís los cuerpos, pero nosotros salvamos el espíritu; todos volveremos a la tierra pero no la poseeremos por igual.
El mundo ha sido hecho con el agua y con la tierra.
Volverá a ser como un limo antes de ser rehecho como una tierra.
I: 36-36’

Pero para no decepcionar a nadie, pienso que conviene que sepáis que existen dos reducciones. La primera es violenta y destructiva, y reduce los cuerpos a sus extremos, y es propiamente la muerte o la calcinación de los químicos vulgares. La segunda es vital y generadora, y resuelve los cuerpos a sus espermas o sustancias medias, de los cuales la naturaleza los hizo; la Naturaleza no hace inmediatamente los cuerpos a partir de los elementos, sino de un esperma que saca de los elementos. Me explicaré con la ayuda de un ejemplo: el huevo es el esperma o sustancia media, del cual es engendrado el pollito; su humedad es viscosa y cenagosa, un agua y no un agua; he aquí lo que debe de ser un esperma. Supongamos que un Doctor Carbón, quiero decir que algún soplador, desee engendrar algo de este huevo; sin duda alguna, querrá primero destilarlo y esto, con un fuego capaz de asar la gallina que lo ha puesto, luego calcinar el “caput mortuum” y finalmente producir su “nada”. Hay que observar aquí que los cuerpos no son más que esperma coagulado, y destruir el cuerpo es también destruir el esperma. Así pues, para reducir los cuerpos en elementos de tierra y agua, como lo hemos demostrado en el caso del huevo, hay que reducirlos en extremos, más allá de sus espermas, puesto que los elementos no son el esperma, sino que el esperma es un compuesto hecho de los elementos, conteniendo en sí todo lo que se requiere para la estructura del cuerpo. Así pues, antes de destilar y dividir cualquier cuerpo particular, hay que saber, ya que una vez separados sus elementos, ya no se podrá nunca más engendrar nada, a menos que no se pueda hacer un esperma con estos elementos; pero de esto, el hombre no es capaz, ya que es el poder de Dios y de la naturaleza.

Por último, los incrédulos, al no ver más que la idolatría de las imágenes y de los individuos, lo han rechazado todo desordenadamente, pero han caído en una idolatría aún peor, que es la de la materia, que los sella en la muerte sin retorno. Ya que la esencia, la substancia y la mugre están confundidas en ella inextricablemente, y aunque consigan utilizar la materia bruta, sin embargo, no pueden llegar a separarla elementalmente y, si logran separarla, es con tal violencia y dispersión que no pueden volverla a reunir en la pureza, ya que ha desaparecido ante sus ojos llenos de malicia y de ciencia profana.
El Señor simplifica la ley, y ellos la complican inextricablemente. El Señor camina sobre el agua, y ellos se hunden en la tierra. El Señor da gratuitamente, y ellos venden incluso la muerte. El Señor resucita gloriosamente, y ellos se pudren ignominiosamente. Los inteligentes se han vuelto una calamidad para el mundo, ya que su inteligencia se aplica a la superficie de las cosas, o bien, da vueltas vertiginosamente sin avanzar y, cuando busca lo de dentro de las cosas, es para volatilizarlo. Pero ésta no destruye nada en realidad y es así como se hunden cada vez más en el infierno que ellos mismos se han creado.
XXII: 76-76’

Trabajad pues, vosotros que quisiérais formar parte del conjunto de los sabios, para descubrir nuestro mercurio, a fin de reducir las cosas a su puro caos espermático, pero evitad la destrucción que asa. Esta doctrina os evitará el trabajo inútil de destilaciones, por poco que queráis acordaros de esta verdad: los espermas no están hechos por separación, sino por composición de elementos, y reducir un cuerpo en esperma no quiere decir destilarlo, sino reducir el todo a un agua espesa, guardando todas las partes en su primera unión natural.

Pero para volver de nuevo a mi cita del “Sínode”, todas estas influencias de los Elementos, al estar unidas en una masa, forman nuestro esperma o nuestra tierra, la cual es tierra y no tierra. Si la conocéis, tomadla y dividid sus esencias, no de forma violenta, sino por putrefacción natural, de modo que pueda producir una verdadera disolución del compuesto. Encontraréis en ello un agua blanca milagrosa, un influjo de la Luna que es la madre de nuestro caos y gobierna dos elementos: tierra y agua. Luego, aparece el esperma o influjo del Sol, que es el padre, es un fuego vivo, celeste, incorporado a una humedad sutil, oleosa y aérea; es incombustible, pues es fuego el mismo, se nutre de fuego y cuanto más permanezca en el fuego, más se vuelve glorioso. Son los dos espermas minerales, masculino y femenino: si los colocáis juntos, en su base cristalina, tendréis el “Dragón de Fuego volante” de los filósofos, que al ver el sol, exhala un veneno tan fuerte que nadie puede permanecer ante él.

Ya no sé qué deciros más, a menos que, según la costumbre de algunos autores, os de una descripción del procedimiento completo, en términos impenetrables, lo cual puedo hacer con pocas palabras: no es más que una cocción continua, las esencias volátiles suben y bajan hasta su fijación.

El reposo contiene el movimiento.
El movimiento engendra el cambio.
El cambio purga la creación.
La creación depurada manifiesta a Dios en trinidad una y unidad triple.
«Consumir no es matar, cocer no es destruir».
III: 64-64’

Permitidme deciros ahora que este acuerdo o amistad (el de los cuatro elementos) es sólo parcial, es un amor muy débil, frío y tímido; porque allí dónde estos principios concuerdan en una cualidad, difieren en dos, tenedlo en cuenta. Por todo ello resulta muy necesario que tengan un mediador más fuerte y más capaz, para confirmar y preservar su frágil unidad, de lo que depende la verdadera eternidad y la incorruptibilidad de la criatura. Este cemento bendito y este bálsamo, es el Espíritu del Dios vivo que ciertos escribas ignorantes denominaron quintaesencia, puesto que ese espíritu verdadero se encuentra en el caos, y, por decirlo con claridad, el fuego es su trono, ya que está sentado en el fuego, ya lo hemos dicho suficientemente, he aquí porqué los magos denominaron a la primera materia, su naturaleza venerable y su piedra bendita.

Antes del comienzo todo permanecía en el reposo de las duras tinieblas de la muerte.
El fuego, al despertarse en el agua, ordenó el caos, y los cuatro elementos engendraron el espíritu vivo del Universo.
IV: 25'

Por último, si conoces la primera materia, estate seguro de haber descubierto el Santuario de la Naturaleza. Entre tú y sus tesoros, no hay más que la puerta, que en realidad, debe de ser abierta. Si el deseo te conduce a la práctica, considera atentamente en ti mismo qué clase de hombre eres y lo que debes hacer, pues no se trata de coser y cantar...

Has decidido por ti mismo ser un cooperador del espíritu del Dios vivo y servirle en su obra de generación. Ten cuidado pues de no obstaculizar su obra, ya que si tu calor excediera la proporción natural, agitarías la cólera de las naturalezas húmedas que se erguirían contra el fuego central, y este fuego a su vez contra ellas, lo cual originaria una terrible división en el caos. El suave espíritu de paz, la verdadera quintaesencia eterna saldría de los elementos y los abandonaría, como a ti mismo, en la confusión; luego, ya no se uniría nunca más a esta materia, mientras permaneciera entre tus manos violentas y destructoras.

Nadie nos pide liberar la gracia.
Nadie nos implora perfeccionar el amor.
Nadie nos requiere desvelar la unión.
Nadie nos conmina a manifestar al Único.
Si hacemos alguna de estas cosas, que sea gratuitamente y por nuestra cuenta y riesgo, por el amor de los creyentes.
IX: 60

Ten mucho cuidado y no te asocies con el diablo, pues este es precisamente su objetivo desde el principio del mundo: poner la naturaleza en desacuerdo con ella misma a fin de poder corromperla y destruirla por completo. “Ne tu augeas fatum”. No favorezcas sus proyectos. No pongo en duda el que no haya hombres que se tomen esto en serio, pero, os juro por mi alma, que no he dicho nada que no haya aprendido por experiencia; por ello, tienes que creerme.

Observemos que la acción de Dios tiende a unir suavemente, mientras que la acción del demonio tiende a separar brutalmente.
XVIII: 51'


Fuente del texto (excepto notas comparativas): revista La Puerta nº 28

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