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DESVELADAS Y REDUCIDAS A UN MISMO PRINCIPIO, CON UNA EXPLICACIÓN DE LOS JEROGLÍFICOS Y DE LA GUERRA DE TROYA   Dom Antoíne-Joseph Pern...

Versículo al azar

El Mensaje Reencontrado

Libro XXVIII

NI REVÉTUEEL BARRO

27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.

27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
17 julio 2020

IV



Michael Maier, Atalanta Fugiens



"El secreto del arte que aprendí rápidamente remontando a su primera fuente. Lo demás es fácil y en absoluto desagradable si no fuera por el hedor que sorprende al principio."


Quien retrocede ante el terror y el hedor de la muerte permanece en las tinieblas de la ignorancia.
X: 48


"Los colores son tres, el negro, el blanco como la nieve, y el último se parece al rubí, aunque la mezcla de estos tres produzca más colores."


Habiendo renunciado al barro de afuera, mi Señor me dio una perla; habiendo renunciado a la perla, me ofreció un diamante; habiendo renunciado al diamante, me presentó un rubí; pero como yo no alargaba la mano codiciosamente, se dio él mismo y yo comí a mi Bienamado con prudencia para no morir de su gran perfección.
«¡Oh, sabor único del viviente de eternidad!»
XVIII: 31'

"Que cada cual juzgue, tras todo lo que acaba de ser dicho, si esta obra excelente es tan penosa y tan difícil que deba menospreciarse por completo y desecharse, o ser tratada de locura como una quimera creada por un cerebro trastornado. Más bien creo que es tan fácil y sencilla que, cualquiera de los campesinos que conozco, ignorantes por completo en química, podría realizarla (con tal de que le haya susurrado previamente alguna palabra al oído) del mismo modo que el más excelente Filósofo."

El primer Sabio que reconoció a Dios no tenía libros.
La naturaleza le enseñaba y él ayudaba a la naturaleza.
IV: 31’

"No hay más que una única materia, una simple cocción. La materia, el recipiente, el horno y el fuego no hacen más que una sola y misma cosa. ¿Qué necesidad hay entonces de ir a buscar en países lejanos lo que tenemos suficientemente aquí?"

Hay que decirlo y repetirlo: la revelación más auténtica, la más precisa y la más realizada del misterio de vida y de la salvación de Dios se encuentra en los libros conocidos de los profetas de Dios y en los libros desconocidos de los Sabios de Dios. ¿No es nuestra religión un símbolo vivo del misterio oculto en todos los tiempos? ¿Es que ya no lo vemos? ¿Es que ya no lo oímos?
XXXVII: 48

"¿Qué le importa a aquel que puede hacerse, según su voluntad, con riquezas que sobrepasarían las de las dos Indias juntas, el detentar una gran cantidad de oro y plata? La posesión de estos bienes causa diariamente al que los detenta una multitud de cuidados e inquietudes y además lo expone a diversos peligros. Al final hay que abandonarlo todo y es apenas si aportan alguna ventaja más que el común de los mortales; me refiero a colmar el hambre y apagar la sed. Al final, la pálida muerte llama a ambas puertas, a la de un Palacio y a la de una Cabaña."

Ya que un día tendremos que abandonarlo todo, es prudente ejercitarnos en no poseer nada desde ahora mismo.
VII:26

"Pero a aquél a quien la puerta de la Naturaleza le ha sido abierta, no le falta nada más por conocer que al Autor todopoderoso. Aquel que ve ante sus ojos que todo tiende a su gloria, se dedica con todas sus fuerzas a adquirir este conocimiento; no es en absoluto sorprendente pues, que menospreciando y abandonando todas las cosas de la Tierra, se entregue únicamente al amor y al deseo que lo atrae hacia el Autor y Dueño del Universo."

¿No debemos arder de deseo y de impaciencia en nuestra búsqueda del tesoro divino si queremos tener una oportunidad de descubrirlo aquí abajo?

Pues aquí está nuestra esperanza insensata y nuestro loco deseo, que salvan de la duda, del desespero y de la muerte.
XXXIV: 38-38’

"Aquel que se ha aficionado por la eternidad desea con ardor abandonar esta vida para poseerla y aquel que ha vivido, aunque en libertad y seguridad, en el exilio y como extranjero en países lejanos, no duda en volver a su patria. Esto constituye una respuesta para aquellos que preguntan por qué se da tan escasamente el caso de un Filósofo que tiene éxito en todo y por qué, teniendo conocimientos tan exactos en Medicina, no vive más tiempo que los demás hombres; es que no le queda nada más que sea mortal por desear."

No, este no es un Libro para los saciados del mundo que se han instalado definitivamente en la cloaca de la muerte.

Es un Libro para los hambrientos del cielo que buscan llorando su patria perdida.
XXXV: 41-41'

"El Altísimo puso dos términos a nuestros días: uno accidental y otro natural. Ningún mortal, incluso el Filósofo, podría evitar este último. En cuanto al primero, según nos enseña la Ciencia de los Magos, puede ser prorrogado por la voluntad divina y el alejamiento de los obstáculos. Nuestros primeros Padres y aquellos que vivieron antes del diluvio nos ofrecen ejemplos de ello, al igual que algunos Filósofos. El primer término es corriente y común a todos los mortales de nuestro siglo; esto se ve claramente con el ejemplo de una lámpara o de una vela encendida que arde mientras dura la mecha, es decir hasta el segundo término, a menos que sea apagada por alguna causa accidental, que es lo que constituye el primer término. La vela o lámpara de nuestra vida ardería también hasta que su materia o aceite vital se consumiera, a menos que fuera apagada por la edad o por cualquier accidente violento, a causa de una constitución débil o de la falta de moderación, de los excesos o de la flojedad, de donde provienen numerosas enfermedades, o bien por cualquier otra causa accidental. La Ciencia de los Sabios tiene mucho poder contra este término, a menos que, teniendo cosas mejores ante los ojos, consigan del Creador, por la plegaria, marcharse pronto para permanecer junto a él."

Aplicar únicamente nuestra voluntad en encontrar a Dios en nosotros mismos es abreviar al máximo el tiempo de nuestro exilio.
«Esforcémonos en no hacer nada, a fin de que Dios pueda hablarnos y de que sus ángeles puedan servirnos sin trabas».
III: 59