Entrada destacada

Las fábulas egipcias y griegas (1 de 8)

DESVELADAS Y REDUCIDAS A UN MISMO PRINCIPIO, CON UNA EXPLICACIÓN DE LOS JEROGLÍFICOS Y DE LA GUERRA DE TROYA   Dom Antoíne-Joseph Pern...

Versículo al azar

El Mensaje Reencontrado

Libro XXVIII

NI REVÉTUEEL BARRO

27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.

27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
08 diciembre 2011

Versículos alquímicos recopilados por Louis Cattiaux[1]

(extractos)



El Sol es el macho universal, la Luna es la hembra universal. Cuando estas dos luminarias actúan de concierto producen un hijo que es la primera de todas las sales.

Naturaleza crea los espermas y no el Arte. El arte sólo los une y los hace producir.

Sabe, hijo de doctrina, que el hijo se engendra a partir del hombre y la mujer, y si los dos espermas no están unidos no haces nada.

Primero se ha de tomar nuestra materia a la que se puede llamar Rebis o Res Bina, es decir, que está formada por dos cosas, aunque individualmente, en un sólo cuerpo. Habiéndola encerrado bien en un vaso de cristal, se la tiene que dividir a la manera de los filósofos por una sola decocción mediante la cual se altera, se pudre, se calcina.

El dios Osiris, esposo de Isis, era el calor natural influido del sol en este húmedo lunar y opera en él como si fuera el Sol, padre y autor de todo movimiento y de toda vida, por consiguiente, de toda creación y producción.

Nuestro fuego sulfuroso unido a nuestro húmedo radical es ese Rey que baja del cielo, el alma que se ha de devolver a su cuerpo y que lo ha de resucitar.

Por sus movimientos continuos y naturales, los vapores aéreos y celestes levantan otros vapores húmedos y salinos del seno de la misma tierra, con los cuales, mezclándose y circulando juntos dentro de las fibras y poros de ese gran globo, se espesan poco a poco y se corporifican en forma de materia pegajosa y grasa, que es uno de los principios próximo e inmediato a los cuerpos metálicos.

Por lo tanto, esta substancia grasa no es otra cosa que un compuesto formado por las influencias celestes que se han corporificado con una porción determinada de los elementos más sutiles.

Sabe, hijo mío, que la cosa oculta de nuestra piedra no es más que nuestra alma viscosa celeste y gloriosa que extraemos por nuestro magisterio de su minera, la única que la engendra, y que no está en nuestro poder hacer esta agua por medio de ningún arte, al ser la naturaleza la única que la puede engendrar.

Naturaleza, por sí misma, hace las naturalezas espermáticas y las crea.

Todo lo que se hace en el mundo no se puede hacer sin los astros.

Naturaleza es quien crea los espermas y no el arte.

Todo don bueno y todo bien perfecto nos es dado de arriba, descendiendo del Padre de las luces que es Dios eterno.

Todos los filósofos insisten sobre la necesidad de una asistencia de la gracia divina simbolizada por un fuego secreto que baja del cielo.

Nada de bueno se hace en la tierra sin la bendición de Dios.

Esta agua celeste se ha de extraer de dos maneras del macrocosmos y del microcosmos, ya que todo lo que se encuentra en el gran mundo está también en el pequeño mundo.

Nuestra materia sólo está compuesta de naturaleza.

El vapor de los cuatro elementos, por rarefacción y resolución, se condensa en agua, la cual es muy ponderosa.

La primera obra de los elementos es más estimada por los sabios que todo el oro del mundo. Es este sujeto vil y valioso. Es este mercurio que comprende todo lo que buscan los sabios.

La naturaleza no es en absoluto visible aunque actúe visiblemente, pues no es más que un espíritu volátil que cumple su función en los cuerpos y que tiene su asiento y su lugar en la voluntad divina.

Los filósofos dicen, sin enigma, que su primera materia es una substancia mercurial que encierra en ella un espíritu de fuego celeste, activo, vivificante y no corrosivo del que está impregnada.

El agua contiene un fermento, un espíritu vivificante que fluye de las naturalezas superiores sobre las inferiores, de la que ella se impregna errando por los aires y que después deposita en el seno de la tierra. Este fermento es una simiente de vida sin la cual el hombre, los animales y los vegetales no vivirían ni engendrarían.

Y la llama no fundía este alimento celeste semejante a la escarcha y fusible como ella.

Lo que vive y se mueve en la naturaleza es el fuego, el alma o el soplo, principio móvil y perpetuamente cambiante, substancia primera de las cosas.

La tomo y en absoluto miento, sólo estos cuatro elementos. Es la materia primera, caos, Hyle, etc.

Dios, muy grande y muy bondadoso, extendió su bendición y sabiduría con la lluvia y los rayos del sol para alabanza eterna de su nombre. Pero, ¡oh hombre! considera aquí qué cosas te da Dios con este presente.

Esta masa salina se humecta y se impregna de la humedad mercurial del aire atrayendo hacia sí ese espíritu universal, como en su centro o matriz materna porque ahí está el oro, la magnesia, el imán que atrae los rayos del sol y de la luna y el oro de los filósofos.

El azufre celeste se une a la sal de la tierra por medio del mercurio del agua para formar un sólo cuerpo-espíritu compuesto de alma, de espíritu y de cuerpo; siendo el azufre la forma, el mercurio el medio que une y la sal la materia.

Esta agua primera era fría, húmeda, mugrienta, impura y tenebrosa, y contenía el cuerpo y el espíritu.

La Naturaleza trabaja el mercurio por la vía de la purificación y de la atracción, es decir, por ascenso y descenso, elevando la naturaleza terrestre a la dignidad celeste, de forma que el fijo no esté dominado por el volátil ni el volátil por el fijo y, así, de esta armonía nace una mezcla perfecta que es el oro vivo de los sabios y su mercurio.

Todo el arte se basa en el amor divino, por el cual el cielo se une a la tierra.

El mes de mayo es el mes del prolífico y aurifico rocío.

El húmedo radical de vida representa a la virgen Santa, madre de nuestro divino salvador, reparador y conservador, que se ha dignado habitar en ella y darse al mundo para su salvación. Ella es la vía por la que Dios viene a nosotros y por la que nosotros vamos a él.

La obra que debes hacer, en absoluto consiste en materias combustibles o que el fuego consume por entero, sino tan sólo en cocer y hacer digerir su agua que ha sido sacada de las dos luminarias: el Sol y la Luna.

En el agua y en el aire hay salitre y sal, ocultos en ellos como un esperma universal.

Los vegetales toman su alimento y crecen gracias, más bien, al rocío y a la lluvia, que son un aire condensado.

Los animales extraen del aire, por medio de la respiración, el nitro y la sal volátiles en mayor cantidad que los vegetales y los minerales, y se sirven de ellos como de un alimento particular y celeste para su nutrición y su conservación.

En el tiempo de Aries, de Tauro y de Géminis es cuando el Sabio alquímico ha de salir al encuentro de la materia y tomarla en el momento en que ella baja del cielo y del fluido aéreo.

Entonces su amor le hace derramar lágrimas que no son más que luz de la que el Sol es el Padre, revestido de una humedad de la que la luna es la madre y que el viento de oriente trae en su vientre. En este estado tú la tienes universal y no determinada, en tanto que la has tomado antes de que haya sido atraída por los imanes de los individuos específicos y de que se haya especificado en ellos.

La simiente universal y espiritual católica no sube nunca, siempre desciende, y el envoltorio con el que está velada en los cuerpos nos enseña que dicha simiente celeste está cubierta, que no se muestra desnuda, sino que se oculta con cuidado a los ojos de los ignorantes y de los sofistas, y que no es en absoluto conocida por el vulgo.

El alma y el espíritu sólo se nos vuelven sensibles por el vínculo indivisible que ata uno a otro. Pues este vínculo, que se llama sal, es el efecto de su unión y amor mutuos, y es un cuerpo espiritual que nos los oculta y los envuelve en su seno como si de tres hiciesen una misma cosa.

El licor o rocío celeste que fluye primeramente de la influencia celeste, se mezcla a continuación con la propiedad de los astros, y de ellos, mezclados, se forma como un tercero entre celeste y terrestre. He aquí cómo se forma la simiente y el principio de todas las cosas.

Sólo durante los meses de Aries, Tauro y Géminis, se puede recoger con éxito la materia celeste llamada Luz de vida, la cual se saca de los rayos del sol y de la Luna por la cooperación de la Naturaleza, un medio admirable y un arte industrioso pero simple y natural.

Cuando hayamos encontrado una mina de donde salga, naturalmente y sin ayuda de ningún arte, ese mercurio generalísimo determinante y no determinado, especificante y no especificado, entonces estaremos en el buen camino.



[1] El manuscrito Hel’ouia está completo en francés en la revista Le Fil d'Ariane, n.° 57-58 y en castellano en la revista La Puerta n.º 52.