Entradas populares
Entrada destacada
Las fábulas egipcias y griegas (1 de 8)
DESVELADAS Y REDUCIDAS A UN MISMO PRINCIPIO, CON UNA EXPLICACIÓN DE LOS JEROGLÍFICOS Y DE LA GUERRA DE TROYA Dom Antoíne-Joseph Pern...
Versículo al azar
El Mensaje Reencontrado
Libro XXVIII
NI REVÉTUE — EL BARRO
27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.
27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
18 diciembre 2014
Nicolas Flamel
(Comparativa con 'El Mensaje Reencontrado')Dios puede liberar nuestra vida del barro que la aprieta por todas partes y que la ahoga hasta la muerte.
Sólo él puede fecundarla y conducirla hasta la perfección de una generación infinita.
Extraer el perfume y rechazar el veneno.
Reducir la tierra en agua y rehacer el agua en tierra.
Cocer el esperma y la simiente hasta el alumbramiento del sol perfectísimo.
V: 89-89'
Después de esto hacemos que lo que está arriba sea lo mismo que lo que está abajo, es decir, que el espíritu sea hecho cuerpo, y que el cuerpo sea hecho espíritu, como ya se dijo en el comienzo de nuestra obra, y como se observa en la sublimación; pues entonces lo que está debajo es como lo que está arriba, y al contrario, y todo se convierte en tierra. Y por esta razón Hermes dice: lo que está encima por sublimación es como lo que está abajo por descensión; y lo que está abajo por constipación es como lo que está arriba por ascensión, para preparar cosas milagrosas de una cosa.
Antes de ser separados, la tierra y el cielo no formaban más que una sola cosa. Así, uniéndolos de nuevo, formaremos la cosa única del comienzo de los comienzos.
XXIII: 46'
El agua y la tierra están en el lugar bajo; el aire y el fuego suben hacia lo alto. El agua y la tierra conciben y nutren, el aire y el fuego actúan, ajustan y conjuntan, y los cuatro, en nuestra piedra, convienen y concuerdan, tal y como nos lo enseña Senior al decirnos que los cuatro elementos son purificados en nuestra piedra: pues en ella el agua es fija, el aire es tranquilo, la tierra es firme y el fuego lo envuelve todo. Estas cuatro naturalezas, repugnantes entre ellas, están en la piedra y son engendradas por ella. Es pues manifiesto por lo que acabamos de decir que nuestra piedra está compuesta por los cuatro elementos.
La cruz une el fuego y la tierra que están en el centro, y el círculo une el aire y el agua que los rodean.
Todo lo que va al cielo parte del pie de la cruz, y todo lo que va a la tierra proviene del cielo más elevado.
VI: 5-5'
Todos los filósofos han dicho que nuestra piedra es de los cuatro elementos, que contienen cuerpo, alma y espíritu, y afirman que estas tres cosas son de una naturaleza y de una materia, y que son con una agua y una raíz. Ciertamente nos dicen la verdad, porque toda nuestra obra se hace con nuestra agua, y de ella, en ella y por ella son todas las cosas necesarias; pues esta agua disuelve los cuerpos, mas no por solución vulgar y común, como piensan los ignorantes al creer que las nubes fundentes se convierten en agua, sino a partir de una solución verdaderamente filosófica, convirtiéndose en una agua untuosa y aglutinada, a partir de la cual son procreados los cuerpos. Por ello dice Sócrates: la vida de toda cosa es el agua, pues esta agua da lugar a la disolución del cuerpo y del espíritu, y de una cosa muerta hace una cosa viva. Es el vinagre más fuerte y más agrio que el agrio. Cocedlo hasta que se haga espeso, pero cuidad que el vinagre no se convierta en humo y que no se pierda ni se evapore totalmente. Además esta misma agua transforma y convierte los cuerpos en cenizas, los pulveriza y los incinera. Escuchad lo que dice sobre esto el rey Martas: nuestra agua congela los cuerpos y los vuelve negros, y esta agua limpia todos los cuerpos expulsando toda negrura, tiñe toda materia blanca y la hace roja.
¡Oh, fuego fluyente que disuelve y coagula, nuestro Señor fecundante!
VIII: 46'
Devuelve a todas las cosas muertas una vida perpetua, y por esta razón es estimada y exaltada, pues entre todas las cosas es ella la que hace las más grandes y las más maravillosas operaciones. Morien dice: el azot y el fuego blanquean el latón y expulsan toda oscuridad. El latón es un cuerpo impuro y sucio, pero el azot es mercurio. Además, esta agua conjunta diversos cuerpos después de haber sido preparados, y esta conjunción es tal que ni el calor del fuego puede superarla. Esta misma agua da lugar al matrimonio entre el cuerpo y el fermento, los cambia de uno en otro y los preserva de la combustión del fuego, pues la tierra, al ser calcinada y blanqueada, se eleva hacia lo alto y se vuelve espiritual y de naturaleza de aire, por medio de lo cual se vuelve en una cosa espiritual y aérea, incorruptible y penetrante. Sobre lo cual dice Hermes: el agua del aire, existiendo entre el cielo y la tierra, es la vida de todas las cosas, pues es la mediadora entre el fuego y el agua por el calor y por su humedad. Por su calor, es más cercana al fuego, y por su humedad es más cercana al agua, por lo cual se da el matrimonio entre el macho y la hembra, pues el espíritu, por su sutileza, tiene conformidad con el aire. Así pues el agua del aire vivifica la muerte, produce el matrimonio y garantiza la composición de la combustión del fuego. Y por esta razón los filósofos dicen: convertid el agua en aire para que la vida sea hecha con la vida, porque ella es vida y espíritu cuando entra.
Ciertamente, la salvación de Dios que anunciamos y proponemos a los hombres exiliados, parece increíble por ser demasiado hermosa y demasiado pura en este mundo oscurecido por la muerte.
Así, los inteligentes la rechazan, riendo sarcásticamente según su llana y ciega razón. Sólo los simples y los inocentes pueden recibirla, pues no obstaculizan el milagro renovado de Dios.
XXXVI: 17-17'
Así pues, nuestra agua sublima los cuerpos, pero no por sublimación vulgar, como creen los ignorantes al pensar que nuestra sublimación asciende hacia lo alto, por lo que toman los cuerpos calcinados y los mezclan con espíritus sublimados como el azufre, el mercurio, el agua, la sal amoniacal y el arsénico y los unen, de manera que a fuerza de fuego producen una sublimación tal que los cuerpos ascienden junto con los espíritus, y entonces dicen que los espíritus y los cuerpos son sublimados, purgados y purificados de todas sus superfluidades; pero están equivocados, pues después de su sublimación, lo encuentran todo más impuro que antes, porque el arte es más débil que la naturaleza. Alberto el Grande, en su libro de los Minerales, dice a este respecto: cuando los humores extraños son purgados de la sustancia del azufre por el artificio de la naturaleza, el arte no los puede volver a purgar más, porque el artificio de la naturaleza es más sutil que el del arte. Es por ello que nuestra sublimación es la propia de los filósofos, por la cual de una cosa pequeña y corrupta obtenemos una cosa grande, pura, perfecta y excelentísima. Cuando decimos: esto ha crecido en dignidad, es lo mismo que cuando decimos: los cuerpos son sublimados, es decir, sutilizados y cambiados en otra naturaleza. De modo que sublimar es la misma cosa que sutilizar, cosa que nuestra agua hace perfectamente. Sobre esto Morien ha dicho: nuestra agua expulsa la hediondez del cuerpo muerto, en el cual ya no hay alma; y cuando esta agua habrá blanqueado al alma y la habrá sublimado conservando el cuerpo, expulsa de este cuerpo todos los malos olores.
La verdadera sabiduría no consiste en vivir, cual ciego prudente, una vida transitoria en este mundo mezclado; es más bien buscar, descubrir y comer la vida purgada de la muerte a fin de volverse como ella, inmortal y puro.
XVIII: 22
Tomad, dice Arquímedes, la materia de sus propias minas, y sublimadla en sus lugares altos, enviadla hasta lo más alto de sus montañas y reducidla a sus raíces. Pues sublimar no es sino sutilizar una materia gruesa. Sobre esto dice Hermes: sublima sutilmente e ingeniosamente, y separa lo sutil de lo espeso; pues desde la tierra asciende hasta el cielo y a continuación vuelve a descender hasta la tierra, a fin de penetrar en los inferiores de gravedad y de pesadez, para permanecer y detenerse en ellos. Entiende pues de este modo la sublimación de los filósofos, pues en esto son muchos los que han errado.
Cuando no se puede enmendar el árbol estéril, el fuego lo devuelve a las cenizas nutritivas y al agua fecundante.
La única perfección es ascenso, descenso y reposo.
XI: 54-54'
Además, nuestra agua mortifica los cuerpos, los vivifica, los dirige hacia occidente y después los hace regresar a oriente. Hace aparecer los colores negros en la mortificación cuando estos cuerpos se convierten en tierra por medio de la putrefacción. Después de esto muchos y diversos colores aparecen antes del blanqueamiento, pero su fin es la blancura, que es estable y permanente. Pues del mismo modo que un grano de fermento al ser sembrado en tierra, si se pudre y se mortifica en ella, produce muchos otros granos, y por el contrario, no produce nada si no muere en ella, de la misma manera, las semillas de todas las cosas que nacen y crecen en la tierra se cambian y se pudren; y si la corrupción se introduce en ellas, pronto germinan y se multiplican en una semilla semejante a aquella de la que han extraído sus raíces y sus principios. Lo mismo sucede con nuestra agua: se nutre, se pudre y se corrompe, y a continuación germina, resucita y se vivifica por sí misma. Calib dice a este respecto: al ver que el agua se congelaba por sí misma, comprendí que la ciencia era cierta, y creí por este signo que el secreto era verdadero. Coced pues esta agua con su cuerpo, hasta que su humedad sea desecada por el fuego, y seguid desecando de este modo hasta que pueda reconocerse que ha recogido sus espíritus y que ha cumplido su permanencia en la raíz de su elemento, cosa que sucederá cuando hayas mortificado el cuerpo blanco y tierno; entonces el agua será espiritual y tendrá en ella el poder de convertir las naturalezas en otras naturalezas, e incluso podrá vivificar los cuerpos muertos haciéndolos germinar y fructificar.
Toda humedad será expulsada de la tierra y el fuego consumirá la mugre inmunda hasta que la sal virginal aparezca, a la que se devolverá el agua celeste para formar el nuevo mundo de Dios.
«¿Quién nos hará oír esta palabra del comienzo y del fin de los tiempos?
¿Quién nos mostrará el germen desnudado de la creación perfecta del Señor?»
II: 83'
Además de todo esto, nuestra agua es de diversos y admirables colores que aparecen y se muestran en tan gran número que resulta imposible imaginarlo. Es entonces cuando el espíritu se ajusta con el cuerpo por medio del alma. El espíritu es también la ligadura del alma, y el alma extraída y sacada de los cuerpos es la tintura del agua. Sobre esto dice Senior: en el agua se encuentra la tintura de las tinturas, cuya agua huye del paño por desecación, y la tintura propia permanece en él por impresión. Es además esta agua o alma la que aporta la tintura o el mar sobre la tierra blanca, alterada y foliada en espuma. Hermes llama a esta agua El agua de la espuma de oro o flor de azafrán, porque tiñe la tierra calcinada. Por ello, dice, sembrad el oro en tierra blanca foliada. De aquí se procede a la obtención del agua espiritual, y el alma permanece con el cuerpo, y esta agua espiritual es la tintura del sol. Esta alma es como un vapor sutil que sólo se muestra por sus efectos, y su acción es una manifestación de colores; y el fuego se engendra del fuego y se nutre en el fuego, y es el hijo del fuego, y por ello es necesario que regrese al fuego para que no tema más al fuego, del mismo modo que el niño regresa a los pechos de su madre.
«Nada de mugre dentro, pero tampoco nada de mugre fuera». Más vale un santo purificado recubierto de barro que un malvado perfumado lleno de inmundicia, sin embargo, el Sabio se mantiene nítido por dentro y por fuera.
Todo ha venido del rojo para ir al negro, pasando por el amarillo y el blanco. Todo volverá al rojo partiendo del negro y pasando por el blanco y el amarillo.
XXVI: 41-41'
Pág. 2 | Inicio | Pág. 4 |
Etiquetas:
Nicolás Flamel