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Versículo al azar
El Mensaje Reencontrado
Libro XXVIII
NI REVÉTUE — EL BARRO
27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.
27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
04 diciembre 2014
Nicolas Flamel
(Comparativa con 'El Mensaje Reencontrado')Este tesoro de la filosofía nos muestra la santidad de aquél de quien son y a quien pertenecen todas las cosas, el cielo, la tierra y el mar, y todas las demás cosas que han sido creadas. De Él proceden todos los tesoros de la sabiduría, y Él solo es el creador de todas las cosas, aquél que de la nada ha tenido el poder de extraer todas las cosas, ligando y uniendo las cosas heterogéneas con las homogéneas, acordándolas a pesar de su diferencia. Por su bondad ha querido, con ciertas medicinas, devolver la salud a las criaturas enfermas y dar la perfección a las cosas imperfectas. Es lo que los sabios o los antiguos filósofos han comprendido perfectamente, y esto por dos medios, tal y como lo han escrito en sus libros.
La miseria, la enfermedad, la vejez, la duda y la muerte tendrían que precipitarnos en los brazos del que nos propone la riqueza, la salud, la juventud, el conocimiento y la vida.
VIII: 57
De estos dos medios uno es cierto y el otro es falso: y el verdadero está escrito en términos oscuros para no ser entendido más que por los sabios, queriendo esconder su ciencia a los necios que habrían podido hacer de ella un mal uso.
Dios se burla de los sabios del mundo de manera inaudita.
Dios posee el don del humor perfecto. Se ríe de los orgullosos, de los astutos y de los codiciosos.
V: 50' - 51
Sabed pues, que nuestra ciencia consiste en el conocimiento de los cuatro elementos, cuyas cualidades son cambiadas recíprocamente las unas en las otras, y respecto a lo cual los filósofos muestran una opinión parecida. Sabed además que en todas las cosas que han sido creadas por debajo de los cielos, se encuentran cuatro elementos que no se muestran a la vista pero que en efecto existen. Por su medio, bajo el color de la doctrina elementaria, los filósofos han enseñado su ciencia, aparentando que entienden por los cuatro elementos muchas cosas distintas, como sangre, pelos, cabellos, huevos, orinas y otras materias, que yo no he tenido en cuenta al entender sus escritos.
Los cuatro elementos forman el alfabeto con el que Dios enseña a los hombres clarividentes.
V: 49'
He reconocido en ellos la verdadera materia, o esperma y semilla de todos los metales, y qué cosa significa que el mercurio es cocido y congelado en el vientre de la tierra por el calor del azufre, que lo ha cocido por su propia virtud, y a partir de la multiplicación del cual diferentes metales son procreados y producidos en el interior de la tierra, pues su semilla o materia es similar mientras que los diversos metales son diversos por una acción accidental, a saber, por la cocción o nutrimiento mayor o menor, más o menos temperado, más o menos ardiente, cosa que los filósofos afirman de común acuerdo. Pues es cierto que todas las cosas son de aquello en lo que se resuelven por su disolución, como puede verse por el hielo que, cuando se encuentra en forma de agua, se resuelve en agua por la acción del calor. Si es manifiesto que el hielo, siendo agua, se convierte en agua, del mismo modo los metales, que en sus principios han sido mercurio, se convertirán en mercurio, cosa que demostraré en el presente discurso.
Los que reciben el mensaje en su corazón son los supervivientes del mundo que agoniza. La desgracia se alejará de ellos y el desespero ya no les alcanzará.
XXXVI: 74
Una vez supuesto esto, resolveremos fácilmente el argumento de Aristóteles, que en el Libro de los Meteoros dice: Saben todos los artistas que las especies de los metales no se pueden transmutar si no son reducidos a su primera materia, reducción de la que hablaremos a continuación.
La multiplicación de los metales es fácil, pero no su transmutación, pues toda cosa que nace en la tierra y crece en ella, se multiplica; esto se ve en las plantas, los árboles y los animales, pues de un grano se engendran mil granos, de un árbol surgen miles de ramas o, mejor dicho, una infinidad de otros árboles, y de un solo hombre ha tenido lugar la procreación de todo el género humano.
Basta con que el labrador labre, pues Dios es quien siembra, riega, hace germinar, florecer, fructificar y quien multiplica la simiente.
XV: 49'
Así pues, todas las cosas se aumentan y se multiplican en su especie, por lo que de la misma manera el metal puede aumentarse y multiplicarse, sin ninguna diferencia respecto el resto de cosas. Aristóteles se pregunta si este aumento y multiplicación tiene lugar en las minas naturales o artificiales. Siendo constante que todos los metales nacen y crecen en la tierra, es posible que tenga lugar en ellos un aumento y una multiplicación hasta el infinito. Pero esto no puede hacerse sino a partir de aquello que es perfecto en la luna u orden de los metales, en la generación y perfección de los cuales está la perfecta medicina, que es el elixir de los filósofos, y que no puede llegarse a hacer sino por un medio próximo o cosa interpuesta, puesto que no hay movimiento de una extremidad a otra extremidad sino por un medio que le es cercano. Yo he conocido la naturaleza de este medio o cosa mediadora, la cual contiene las extremidades, que son el azufre y el mercurio. Del uno y del otro se hace y se cumple el elixir por la cosa mediadora, la cual debe ser naturalmente purificada, más cocida, mejor digerida, mejor, más perfecta y, en consecuencia, más próxima.
La espiritualización del cuerpo hace aparecer el agua y el aire que nos animan y mantienen.
La corporificación del espíritu engendra la tierra y el fuego que nos sostienen y multiplican.
¿Quién pesará la parte de cada cosa?
El hombre sin la mujer es como una piedra en el fondo desecado de un torrente, y la mujer sin el hombre es como una nube extraviada sobre el mar.
«¿Quién hará la unión de los contrarios por medio de lo semejante?»
VIII: 1-1'
Así pues, querido lector, guárdate de errar y faltar, pues el hombre sólo recogerá en función de lo que haya sembrado. Observa pues entre tanto lo que es la piedra de los filósofos, y conoce los medios por los cuales es posible llegarla a hacer. Recuerda siempre que nada extraño se adjunta ni se añade a su composición, y que, por el contrario, rechaza las cosas superfluas; y que nada no conviene a nuestro secreto sino lo que es próximo a su naturaleza. Acabo pues de explicarte las sentencias y los dichos que los antiguos nos legaron con palabras oscuras y ocultas bajo enigmas y bajo parábolas. Y lo he hecho a fin de que juzgues que he entendido bien la doctrina de los filósofos y para que comprendas que no han escrito nada que no sea verdadero.
Dios atrae lo que le es semejante y rechaza lo que le es extraño.
Sólo podría unirse a una cosa perfectamente depurada.
IV: 29
PRIMERA PALABRA DE LOS FILÓSOFOS
La primera palabra de los filósofos es lo que ellos han llamado solución y fundamento del arte. De este modo, a decir de María, hermana de Moisés y profetisa, debes moler una goma y conjuntarla con una goma por un verdadero matrimonio, y la convertirás en una agua corriente; dice el profeta: si no convertís la cosa corporal en incorporal, trabajáis en vano. Parménides o Egadímene, hablando de esta solución o conversión, dice en la Turba que algunos, al oír hablar de esta solución, piensan que se trata de agua de mar, pero si hubiesen leído los libros y los hubiesen entendido, comprenderían que es un agua permanente, y que no puede ser permanente sin ser disuelta, unida y hecha una sola cosa con su cuerpo; pues la solución de los filósofos no es imbibición de agua, sino conversión y mutación de los cuerpos en agua, de la misma manera que al principio fueron creados, a saber, en mercurio, igual que el hielo se convierte en agua líquida de la que ha obtenido su esencia. Así, por la gracia de Dios, tienes ya un elemento, que es el agua, así como tienes la reducción del cuerpo en agua líquida.
El dinero de los malvados quema como el infierno, ya que su maldad está adherida a él como el mal olor a la inmundicia.
Pero el campo transforma el estiércol en cosecha, y la gracia de Dios transfigura el pecado en luz de vida.
XVII: 45-45'
SEGUNDA PALABRA DE LOS FILÓSOFOS
La segunda palabra de los filósofos es que el agua se hace tierra por una ligera cocción continuada hasta la negrura o hasta que el color negro aparece por encima. Pues, como dice Avicena en el capítulo de los Humores, el calor, produciendo su acción en un cuerpo húmedo, engendra y hace aparecer el color negro, como se observa en la cal común. Es por ello, dice Monalibus, que recomienda a los que vendrán después de él, que vuelvan las cosas corporales en incorporales por disolución, en la que es necesario tomar mucho cuidado de que el espíritu no se convierta en humo y no se evapore por un calor excesivo. María la profetisa también dice: conserva bien el espíritu, y cuida que nada se vaya con el vapor, temperando y midiendo el fuego en proporción al calor del sol en el mes de julio, a fin de que por una larga y dulce decocción el agua se espese en una tierra negra. Por este medio tendrás otro elemento, que es la tierra.
El agua sale de la tierra y vuelve a la tierra para separar el mundo del inmundo.
VIII: 52'
TERCERA PALABRA DE LOS FILÓSOFOS
La tercera palabra de los filósofos es la mundificación o purificación de la tierra, de la que Morien dice: esta tierra, con su agua, pásala a la putrefacción, mundifícala, límpiala, y cuando esté bien limpia, todo el secreto, con la ayuda de Dios, será bien gobernado. Hermes también dice: el azot y el fuego blanquean el latón, y expulsan la negrura. Y Morien dice a este respecto: blanquead el latón y romped vuestros libros, no vaya a ser que se rompan vuestros corazones. Es la composición de todos los sabios filósofos y la tercera parte de toda la obra. Añadid pues, como se dice en la Turba, la sequedad de la tierra negra con la humedad de su propia agua, y hacedla cocer hasta que se vuelva blanca. Tendréis así el agua y la tierra con el agua blanqueada.
Quien ha encontrado a Dios sabe que el mundo actual es como un barro hediondo y que el mundo por venir será como una tierra perfectamente purificada.
VI: 28'
CUARTA PALABRA DE LOS FILÓSOFOS
La cuarta palabra de los filósofos es el agua, que podrá ascender por sublimación al ser espesada y coagulada o conjuntada con la tierra. Por este medio obtienes la tierra, el agua y el aire, y esto es lo que Philipus dice en la Turba: blanqueadla y destiladla rápidamente por el fuego hasta que salga un espíritu que encontraréis en él y que es llamado 'la ceniza de Hermes'. Es por ello que Morien dice también: no despreciéis la ceniza, pues es la diadema de vuestro corazón y una ceniza permanente. Y en el libro llamado Lilium está escrito: una vez aumentado el fuego por un buen régimen y gobierno, y después de alcanzado el blanco, alcanza la Cinefación, es decir, el color de la ceniza, que es llamado tierra calcinada. Esto es lo que hace decir a Morien: en el fondo del vaso permanece la tierra calcinada, que es de la naturaleza del fuego. Y de este modo tienes los cuatro elementos, a saber, el agua disuelta en tierra disuelta, y el aire sutil en fuego calcinado. De estos cuatro elementos dice también Aristóteles en su libro del Régimen y Gobierno de los Príncipes: cuando habrás obtenido el agua del aire, el aire del fuego y el fuego de la tierra, entonces tendrás plenamente y perfectamente todo el arte del filósofo; y, como dice Morien, es el fin de la primera composición.
La tierra se cubrirá de los huesos blanqueados y de las cenizas de su creación y el primer ruido que sobrevendrá será el ruido de la lluvia de los cielos, y el primer grito que se oirá será el grito del primer resucitado de Dios.
XXVIII: 13
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