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Las fábulas egipcias y griegas (1 de 8)

DESVELADAS Y REDUCIDAS A UN MISMO PRINCIPIO, CON UNA EXPLICACIÓN DE LOS JEROGLÍFICOS Y DE LA GUERRA DE TROYA   Dom Antoíne-Joseph Pern...

Versículo al azar

El Mensaje Reencontrado

Libro XXVIII

NI REVÉTUEEL BARRO

27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.

27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
29 diciembre 2015

XVI


Alcanza el supremo Vacío.
Abraza la paz interior con corazón decidido.
Cuando todas las cosas se agitan a la vez, sólo contemplo el Retorno.
Para florecer como lo hacen, cada una de ellas retornará a su raíz.
Retornar a su raíz es encontrar paz.
Encontrar paz es realizar el propio destino.
Realizar el propio destino es ser eterno.
A conocer lo Eterno se le llama Visión.
Si no se conoce lo Eterno, se sume uno ciegamente en la desgracia.
Si se conoce lo Eterno, todo se puede comprender y abarcar.
Si se puede comprender y abarcar todo, se es capaz de hacer justicia.
Ser justo es ser como un rey; ser como un rey es ser como el cielo.
Ser como el cielo es ser uno con el Tao; ser uno con el Tao es permanecer para siempre.
Alguien así estará a salvo y entero, incluso tras la desintegración de su cuerpo.

Lao Tse


La más útil y la más elevada función del hombre es examinar la obra que le contiene a fin de reconocer en ella a Dios, evidenciarlo y glorificarlo en su ser.

La vía del retorno conduce a nuestro señor el sol y al sol de Nuestro Señor, que está en el centro del centro.
El Mensaje Reencontrado VI: 6-6'
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19 diciembre 2015
Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal.

—Mira, hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación. —Y delicadamente volvió a dejar el caracol entre la hierba.

—"¡Inconsciente!", —exclamó furioso el otro monje—. Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.

Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje propuso:

—Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, él será lo bastante sabio para decidir quien de nosotros dos tiene la razón.

Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer monje, a quien había intrigado el caso. El primer monje contó que había salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. El gran sacerdote lo escuchó, movió la cabeza, y luego dijo:

—Has hecho lo que convenía hacer. Has hecho bien.

El segundo monje dio un brinco.

—¿Cómo? ¿Salvar a un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno? Al contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer.

El gran sacerdote escuchó, movió la cabeza y dijo:

—Es verdad. Es lo que convendría haber hecho. Tienes razón.

El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se adelantó.

—¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos! ¿Cómo pueden tener razón los dos?

El gran sacerdote miró largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo:

—Es verdad. También tú tienes razón.

La meditación mata a los muertos e ilumina a los vivos.
Las vanas discusiones extravían a todo el mundo.

Quien posee el oro no discute con nadie para afirmar su riqueza.
El Mensaje Reencontrado V: 12-12'

Fuente del texto (excepto notas comparativas): Bernard Werber. "El día de las hormigas". Ed. Plaza & Janés. 1994
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02 diciembre 2015

o Principios de los Filósofos

que han de servir de regla para la obra

 Anónimo 
Debemos reconocernos en todos los que sufren y carecen de socorro, y ofrecerles el fuego necesario para la purificación y el agua indispensable para la unión.

El loco mata y dispersa lo que vive.
El Sabio vivifica y concentra lo que parece muerto.
"Una sola sustancia, una sola esencia".
Un solo alimento, una sola bebida.
El Mensaje Reencontrado XII: 56-56'

 

Horus-Harpócrates en el Sol
Papiro de Dama-Heroub, 21ª Dinastía


 I

La Naturaleza ha dejado algunos seres imperfectos, ya que no ha formado la piedra, sino sólo su materia que, en verdad, no puede hacer lo que la Piedra hace después de su preparación, porque se encuentra impedida por obstáculos accidentales.

II

La sustancia que se busca es la misma cosa que aquella de donde se la debe sacar.

III

Esta identidad es específica, o sea que no existe más que en relación a la especie; no es particular o numérica.

IV

De la unidad, sacad el número ternario, y volved el ternario a la unidad.

V

Toda cosa seca bebe su húmedo.

VI

No hay más agua permanente que aquella que es seca y que se adhiere a los cuerpos, de modo que si ésta huye, los cuerpos huyen con ella; y ésta les sigue si ellos huyen.

VII

Quienquiera que ignore el medio de destruir los cuerpos, ignora también el medio de producirlos.

VIII

Todas las cosas que se resuelven por el calor, se coagulan con el frío, y recíprocamente.

IX

La Naturaleza se regocija en su naturaleza, la Naturaleza mejora la naturaleza y la lleva a su perfección.

X

Es necesario, para la conservación del Universo, que cada cosa desee y pida la perpetuidad de su especie.

XI

En las producciones físicas perfectas, los efectos son semejantes y conformes a la causa particular que los produce.

XII

No es posible que se haga ninguna generación sin corrupción y en nuestra obra la corrupción y la generación son imposibles sin el cielo filosófico.

XIII

A menos de intervenir en el orden de la Naturaleza, no engendraréis el oro a menos que previamente no haya sido plata.

XIV

La solución de los cuerpos es la misma cosa que su congelación, si sólo se considera el menstruo y el momento de la solución.

XV

Si habéis disipado y perdido el verdor del Mercurio y el rubor del Azufre, habéis perdido el alma de la Piedra.

XVI

En nuestra obra no entra nada extraño; no admite y no recibe nada que venga de otra parte.

XVII

Las soluciones filosóficas evitan al cuerpo disuelto sus impurezas naturales, que no pueden ser hechas sensibles por ningún otro camino.

XVIII

Todo agente exige una materia preparada; por esta razón, un hombre no puede engendrar con una mujer muerta.

XIX

En la obra, la hembra disuelve al macho y el macho coagula a la hembra.

XX

El Mercurio de los Filósofos es su compuesto muy secreto, o su Adán, que lleva y esconde en su cuerpo a Eva su mujer, la cual es invisible; pero cuando llega del blanco, ésta se vuelve macho.

XXI

Los Filósofos han dicho sabiamente que le Mercurio encierra todo lo que hace el objeto de la búsqueda de los Sabios.

XXII

Que vuestro calor sea continuo, vaporoso, digerente, circundante y que sea traído a través de un medio.

XXIII

Tened cuidado con el orden en que aparecerán los colores críticos, que el uno no adelante al otro y que cada cual se presente a su vez.

XXIV

Estos colores críticos son cuatro: el negro y el blanco, el citrino y el rojo perfecto. Algunos Filósofos les han dado el nombre de elementos.

XXV

Si el color blanco precede al negro, habéis fallado poco en el régimen del fuego, y si el rojo aparece antes del citrino, es un indicio de una sequedad excesiva de la materia.

XXVI

Tened el mayor cuidado de que la negrura no aparezca dos veces; cuando los cuervecillos se han ido volando una vez de su nido, no deben entrar más allí.

XXVII

Tened también cuidado con que no se rompa la cáscara del huevo, que no se agriete, que no deje pasar el aire; sin lo cual no harías nada de bueno.

XXVIII

El fermento no está compuesto más que de su propia pasta: así, no mezcléis el blanco con el rojo, ni el rojo con el blanco.

XXIX

Si no teñís el Mercurio, no teñirá.

XXX

Es preciso que los cuerpos o metales inferiores que se quieren transmutar en oro o en plata por la proyección, estén vivos y animados.

XXXI

Cuanto más perfectos sean los cuerpos, más recibirán y se cargarán de tintura.

XXXII

Si la piedra no ha sido fermentada por lo menos dos veces, no podrá dominar o subyugar el Mercurio de los cuerpos y cambiarlos en su naturaleza.

XXXIII

Si se emplea demasiada tintura en la proyección, el cuerpo inferior tomará demasiada fijeza y no podrá entrar en fusión; si hay demasiada poca, sólo se teñirá débilmente.

XXXIV

Nuestra Piedra, antes de ser capaz de teñir los metales, expulsa las enfermedades de su género, proporcionadas al grado de perfección que ha adquirido.

XXXV

Cuando ha llegado a una blancura fija y permanente, cura las enfermedades Lunares; y cuando está roja, las enfermedades Solares. Pero, esté preparada de una u otra forma, las enfermedades Astrales se le resisten, porque están absolutamente sometidas a la fatalidad.

XXXVI

Los Sabios alejando a los Profanos no admitirán más que a los elegidos en sus misterios sagrados; una vez posean este raro presente de la Sabiduría divina, darán gracias al Ser Supremo, y se colocarán todos bajo el estandarte de Harpócrates.

Enséñanos las plegarias vigorosas como el celo del amor.
-Danos los impulsos que llevarán nuestras almas más allá del abismo.
-Cántanos el NOMBRE que fuerza las puertas de la muerte.
-Nútrenos con la esencia que arrastra el oro vivo.
-Ofrécenos el sol redentor de nuestras vidas extraviadas.

Cuando nuestra razón, nuestra voluntad y nuestra inteligencia sean aniquiladas por la duración y por la violencia de nuestra búsqueda, la inocencia, la gracia y el amor nos entregarán entonces el secreto tan buscado del Único Esplendor.
«¡Oh, pobre idiota!, basta con que calles y dejes de agitarte para que el Perfecto te anime de nuevo en tu perfección primera».
El Mensaje Reencontrado XIII: 16-16'

Fuente del texto (excepto notas comparativas): revista La Puerta nº 4.
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