Entrada destacada

Las fábulas egipcias y griegas (1 de 8)

DESVELADAS Y REDUCIDAS A UN MISMO PRINCIPIO, CON UNA EXPLICACIÓN DE LOS JEROGLÍFICOS Y DE LA GUERRA DE TROYA   Dom Antoíne-Joseph Pern...

Versículo al azar

El Mensaje Reencontrado

Libro XXVIII

NI REVÉTUEEL BARRO

27. Si nos preguntan qué es el Libro, respondamos: una piedra sobre la cual se apoyan firmemente los creyentes y un manantial del cual extraen agua sin cesar.

27'. 36 opiniones conocidas simultáneamente.
36 oficios aprendidos de una vez.
36 cosas hechas al mismo tiempo.
36 luces vistas de repente.
36 deseos realizados en uno solo.
36 religiones reunidas en una fe.
20 octubre 2008
(extractos)
Ireneo Filaleteo

De otro modo lo que el Sabio ha predicho en parábolas se verificará: a saber, que los deseos del perezoso lo harán perecer. No es sorprendente que tanta gente que trabaja en la Alquimia sean reducidos a la pobreza, ya que huyen del trabajo aunque no temen el gasto.

¿Qué es nuestra obra? ¿Acaso hacer la piedra?. Verdaderamente es la obra final, pero la verdadera obra consiste en descubrir la humedad en la que el oro se licúa como el hielo en agua tibia; encontrar ésto es nuestra obra.

Sin nuestro cuerpo perfecto, nuestra descendencia de Venus y de Diana, que es el oro puro, no se puede obtener ninguna tintura permanente. Nuestra piedra es, por una parte, respecto a su nacimiento, vil, inmadura y volátil, y por otra parte es perfecta, preciosa y fija: las especies del cuerpo y del espíritu son el Sol y la Luna, el oro y el azogue.

Cualquier proceso que sigas, ya sea con el sol vulgar, ya sea con el nuestro, te será necesario operar con un calor igual y continuo. Has de saber también que tu Mercurio en ambas obras, aunque sea radicalmente uno, es diferente en cuanto a su preparación, y tu piedra, con nuestro oro, es perfecta dos o tres meses antes de que nuestra primera materia haya sido extraída del sol o de la luna vulgares, y que el Elixir de uno estará en su primer grado de perfección y con mayor virtud que el otro en la tercera rotación de la rueda.

Digo, pues, que las dos vías son ciertas, pues no es más que una sola vía al final, y no al principio. Pues todo nuestro secreto se encuentra en nuestro Mercurio y en nuestro sol. Nuestro Mercurio es nuestra vía, y sin él no se hará nada. Del mismo modo, nuestro sol no es el oro vulgar y sin embargo en el oro vulgar se encuentra nuestro sol, de otro modo, ¿cómo serían homogéneos los metales?

Por ello, si hubieras operado con el sol vulgar, procura en el principio de las nupcias de tu Mercurio realizar el matrimonio de Diana con Venus, luego ponlas en un nido, y con el debido fuego verás el emblema de la gran obra, a saber: el negro, la cola del pavo real, el blanco, el citrino y el rojo. Entonces reitera en esta obra con Mercurio, que es llamado leche de virgen, dándole el fuego del baño de rocío, o como máximo el de arena templada con cenizas, y entonces, no sólo el negro, sino el negro más negro que el negro y toda la negrura, así como el blanco y el rojo perfectos, y esto a través de un proceso suave. Dios, en efecto, no estaba en el fuego ni en el viento, pero su voz llamó a Elías.

Hay una operación muy secreta y puramente natural que se hace en nuestro Mercurio con nuestro sol, y es a esta operación que deben ser atribuidos todos los signos descritos por los Sabios. Ésta operación no se realiza ni con el fuego ni con las manos, sino solamente con un calor interior; el calor exterior no hace más que expulsar el frío y vencer los síntomas.

Hay una segunda operación en el sol vulgar y en nuestro Mercurio que se hace con un fuego ardiente durante largo tiempo, en el que ambos cuecen, mediante Venus, hasta que la pura sustancia de ambos salga, que es el jugo de la luna. Se recogen estas abyectas impurezas, que sin embargo no son aún la piedra, sino nuestro verdadero azufre que se cuece con nuestro Mercurio, que es su propia sangre, hasta que es una piedra de fuego muy penetrante y tingente.

Finalmente, hay una tercera operación, mixta, mezclándose oro vulgar con nuestro Mercurio, con el debido peso, y añadiéndole el fermento de nuestro azufre en cantidad suficiente. Entonces se realizan todos los milagros del mundo y se hace el Elixir capaz de dar a su poseedor las riquezas y la salud.

¡Oh, santa naturaleza, que sola realizas lo que es en el fondo imposible a todos los hombres!

DEL RÉGIMEN DE SATURNO. QUÉ ES Y PORQUÉ SE LLAMA ASÍ

I

TODOS los magos que escribieron sobre este tratado filosófico han hablado de la obra y del régimen de Saturno, lo que muchos entendieron equivocándose y cayeron en diversos errores, algunos a causa de sus prejuicios, otros a causa de una confianza demasiado grande en estos escritos, han trabajado sobre el plomo pero con poco provecho. Has de saber que nuestro plomo es más precioso que cualquier plomo. Es el limo donde el alma del oro se junta con el Mercurio para producir luego a Adán y a Eva, su esposa.

II

Por ello él, el más grande, se ha humillado hasta tal punto de tomar el último lugar, esperando la redención de todos sus hermanos en su sangre. Así, la tumba donde nuestro rey está sepultado, se llama Saturno en nuestra obra, y es la llave de la obra de la transmutación. Feliz aquel que pueda saludar a este planeta de lenta marcha. Ruega a Dios, hermano, que te haga digno de esta bendición, pues no depende de aquel que la busca o la desea, si no únicamente del Padre de las luces.

DE LOS DIVERSOS REGÍMENES DE ESTA OBRA

I

TEN por seguro, estudioso aprendiz, que de toda la obra de la piedra sólo permanece escondido el régimen, del que el Filósofo ha dicho esta verdad: aquél que tendrá su conocimiento científico será honrado por los Príncipes y los Magnates de la tierra. Y de buena fe te juro que si este fuera expuesto abiertamente, los mismos necios se burlarían del arte.

II

De hecho, una vez conocido, todo se reduce a un trabajo de mujeres y un juego de niños: basta con cocer. Por ello los Sabios ocultaron con gran arte este secreto y cree firmemente que yo he hecho lo mismo (...)

DEL PRIMER RÉGIMEN DE LA OBRA QUE ES EL DE MERCURIO

I

HABLAREMOS primeramente del régimen de Mercurio, que es un secreto a propósito del cual ninguno de los sabios se ha expresado nunca. Estos han comenzado, por ejemplo, en la segunda operación o régimen de Saturno, y no han mostrado al principiante ninguna luz antes del signo capital de la negrura. En esto ha callado el buen Conde Bernardo Trevisano que enseña en su parábola que el Rey, cuando viene a la fuente, dejando atrás a todos los extranjeros, entra solo en el baño, revestido de un vestido de oro, del que se desembaraza y lo entrega a Saturno, del cual recibe uno de seda negra. Pero no enseña cuanto tiempo pasa antes de que se desembarace de este vestido de oro, y pasa por alto todo un régimen de quizás cuarenta o cincuenta días, tiempo durante el que, sin un guía, los pobres principiantes caen en experimentos inciertos. Desde la llegada de la negrura hasta el final de la obra, sin duda el artista es reconfortado por nuevos signos que aparecen, pero reconozco que sin un guía es fastidioso errar durante cincuenta días, sin indicaciones ni garantías.

(...) Atiende pues a mi doctrina, toma el cuerpo que te he mostrado y ponlo en agua de nuestro mar y cuécelo con el fuego continuo que le conviene hasta que asciendan el rocío y las nubes, y caigan en forma de gotas, noche y día sin interrupción. Has de saber que el Mercurio asciende por esta circulación a su naturaleza primitiva, hasta que después de largo tiempo, el cuerpo empieza a retener un poco de agua, y así participan uno y otro de sus cualidades.

VII

Pero como toda el agua no asciende por sublimación y permanece aún una parte de ella con el cuerpo en el fondo del vaso, por esto el cuerpo es continuamente hervido y filtrado en esta agua, mientras que las gotas, al caer, perforan la masa residual, y el agua es hecha más sutil por esta circulación continua, y finalmente extrae delicada y suavemente el alma del sol.

VIII

Así, mediante el alma, el espíritu se reconcilia con el cuerpo y la reunión de ambos se realiza en el color negro, y esto, como mucho, al cabo de cincuenta días. Se dice que esta operación es el régimen de Mercurio, ya que el Mercurio circula elevándose, mientras que en él hierve el cuerpo del sol, abajo; y este cuerpo en esta operación es pasivo hasta el momento de la aparición de los colores, que aparecen parcamente después de más o menos veinte días de una ebullición firme y continua. Después los colores se refuerzan y se multiplican y varían hasta la perfección en el negro muy negro que te será dado en el cincuentavo día, si los astros te llaman.

DEL SEGUNDO RÉGIMEN DE LA OBRA QUE ES EL DE SATURNO

I

ACABADO el régimen de Mercurio, cuyo trabajo consiste en despojar al Rey de sus vestiduras de oro, agitar y extenuar al león con varios combates hasta la más grande fatiga, aparece el próximo que es el régimen de Saturno.

III

Al menos tú cuida del fuego que has de regir con sano juicio, y te juro de buena fe que si a fuerza de aumentarlo hicieras sublimar alguna cosa en este régimen, perderás irrecuperablemente toda la obra. Estáte pues contento con el buen Trevisano de ser retenido en la cárcel durante cuarenta días y cuarenta noches, y permite que permanezca la tierna materia en el fondo, que es el nido de su concepción. Ten por seguro que, transcurrido el período determinado por el Todopoderoso para esta operación, el espíritu resurge glorioso y glorificará a su cuerpo, ascenderá, digo, y circulará suavemente, sin violencia, y ascenderá desde el centro hasta los cielos y redescenderá de los cielos al centro, recogiendo la fuerza de lo superior y de lo inferior.
Leer más...